CEREBRO SANO EN ADULTOS MAYORES
“Ha mejorado mi vida, porque no es lo mismo estar aquí (El Olmo) a estar en mi casa sola” (Vega, 86 años)
El adulto mayor pasa por innumerables cambios, es importante fomentar hábitos que favorezcan a un proceso de envejecimiento saludable, evitando las complicaciones médicas, psicológicas y sociales. Las personas pueden vivir esos años con buena salud, dentro de un entorno propicio. Muchas veces creemos que por ser Adultos Mayores su capacidad se limita, sin embargo, valoran apenas se distingue de la que tiene una persona más joven. (OMS, 2021)
HÁBITOS SALUDABLES
“Mis hábitos han mejorado, por ejemplo: a la hora de acostarse, en mi vida normal no tenía hora de dormir… podía dormirme a las 12 o a las 3am. La comida está muy rica. (Macedo, 74 años)
Los hábitos saludables traen beneficios para la vejez exitosa. En ocasiones el adulto mayor no cuida sus hábitos, haciendo necesario la ayuda de un cuidador primario. Dentro de los hábitos saludables encontramos:
Mantener una alimentación saludable y balancead: Ayudan a prevenir enfermedades cardiovasculares y obesidad.
No consumir alcohol o fumar: Potencializa la calidad de vida de las personas sin padecimientos respiratorios.
La higiene del sueño: Dormir la cantidad de horas diarias y mantener una cantidad proporcional en estado de vigilia genera en la persona cuidados mentales sanos, así como sus funciones cognitivas.
Mantener hidratado el cuerpo: Retarda la aparición de arrugas en la piel o manchas (signos evidentes de la adultez mayor) incrementa la plasticidad cerebral y mantendrá al cuerpo sano.
ACTIVIDAD FÍSICA
“Mejoro mi estado físico, a diferencia de cuando estaba en mi casa. Aquí si me dan ganas de hacer cosas” (Gallegos, 90 años)
Estudios han comprobado que la actividad física favorece a la neurogénesis, es decir, a la creación de nuevas redes neuronales. Esto no quiere decir que su IC incremente, sino que el cerebro sigue generando las células para adquirir nuevos conocimientos. Además, de que la actividad física reduce el estrés generado en la vida de los adultos mayores por las demandas sociales y las crisis a las que se enfrentan. Incrementa la segregación de neurotransmisores como serotonina, útiles para la sensación de bienestar.
ENTORNO SOCIOCULTURAL
“Me siento muy a gusto, muy contenta. Yo vivo sola y al estar en un lugar con más personas con las que puedo conversar… es muy alentador” (Robles-Gil, 83 años)
Los entornos propicios, tanto físicos como sociales, también facilitan que las personas puedan llevar a cabo las actividades que son importantes para ellas, a pesar de la pérdida de facultades. Hayslip y Panek (1989) hacen hincapié en la interacción entre persona-ambiente. Este concepto ilustra las implicaciones asociadas con los cambios en el proceso de la vejez y la interacción con el ambiente.
“Me siento a gusto con mis compañeros” (Ortiz, 89 años)
La disponibilidad de edificios y transportes públicos seguros y accesibles, así como de lugares por los que sea fácil caminar, son ejemplos de entornos propicios. En la formulación de una respuesta de salud pública al envejecimiento, es importante tener en cuenta no solo los elementos individuales y ambientales que amortiguan las pérdidas asociadas con la vejez, sino también los que pueden reforzar la recuperación, la adaptación y el crecimiento psicosocial. Al ser un trabajo donde están involucradas las personas mayores como elemento central y de elementos de apoyo los profesionales de la salud y los familiares en equipo se requiere poner la misma cantidad de dedicación para potencializar la calidad de vida del paciente y reducir los riesgos de enfermedades neurodegenerativas. Muchas veces uno de los pilares de esta labor no está disponible y limita el bienestar del adulto mayor, la vida del adulto mayor debería ser explicada, entendida y sobre todo vivida como una etapa de plenitud placentera.
La vejez representa un cuidado multifactorial, procurando cada esfera de su vida y con un equipo preparado con conocimiento, practica y vocación.
Los hábitos saludables traen beneficios para la vejez exitosa. En ocasiones el adulto mayor no cuida sus hábitos, haciendo necesario la ayuda de un cuidador primario. Dentro de los hábitos saludables encontramos:
ACTIVIDAD FÍSICA
“Mejoro mi estado físico, a diferencia de cuando estaba en mi casa. Aquí si me dan ganas de hacer cosas” (Gallegos, 90 años)
Estudios han comprobado que la actividad física favorece a la neurogénesis, es decir, a la creación de nuevas redes neuronales. Esto no quiere decir que su IC incremente, sino que el cerebro sigue generando las células para adquirir nuevos conocimientos. Además, de que la actividad física reduce el estrés generado en la vida de los adultos mayores por las demandas sociales y las crisis a las que se enfrentan. Incrementa la segregación de neurotransmisores como serotonina, útiles para la sensación de bienestar.
ENTORNO SOCIOCULTURAL
“Me siento muy a gusto, muy contenta. Yo vivo sola y al estar en un lugar con más personas con las que puedo conversar… es muy alentador” (Robles-Gil, 83 años)
Los entornos propicios, tanto físicos como sociales, también facilitan que las personas puedan llevar a cabo las actividades que son importantes para ellas, a pesar de la pérdida de facultades. Hayslip y Panek (1989) hacen hincapié en la interacción entre persona-ambiente. Este concepto ilustra las implicaciones asociadas con los cambios en el proceso de la vejez y la interacción con el ambiente.
La disponibilidad de edificios y transportes públicos seguros y accesibles, así como de lugares por los que sea fácil caminar, son ejemplos de entornos propicios. En la formulación de una respuesta de salud pública al envejecimiento, es importante tener en cuenta no solo los elementos individuales y ambientales que amortiguan las pérdidas asociadas con la vejez, sino también los que pueden reforzar la recuperación, la adaptación y el crecimiento psicosocial. Al ser un trabajo donde están involucradas las personas mayores como elemento central y de elementos de apoyo los profesionales de la salud y los familiares en equipo se requiere poner la misma cantidad de dedicación para potencializar la calidad de vida del paciente y reducir los riesgos de enfermedades neurodegenerativas. Muchas veces uno de los pilares de esta labor no está disponible y limita el bienestar del adulto mayor, la vida del adulto mayor debería ser explicada, entendida y sobre todo vivida como una etapa de plenitud placentera.
La vejez representa un cuidado multifactorial, procurando cada esfera de su vida y con un equipo preparado con conocimiento, practica y vocación.
“Me siento a gusto con mis compañeros” (Ortiz, 89 años)

